jueves, 17 de abril de 2014

The surrogates - creado y escrito por Robert Venditti


La historia de este comic transcurre en el año 2054 en un mundo en donde los seres humanos se han convertido en extremo sedentarios y para la interacción en el "mundo real", utilizan en reemplazo de sus cuerpos físicos a los "sustitutos", los cuales cumplen sus misiones cotidianas.
No existe el crimen y los sustitutos reflejan el grado de perfección deseada por los hombres.  
Pero debajo de la fachada pulida de la sociedad cuasi perfecta no todo está bien. Existe un grupo religioso anti- sustituto dirigido por alguien denominado: "El Profeta", que intensifica las tensiones sociales. 
Se produce un crimen el cual demanda la presencia real de un joven detective cuyo nombre es Harvey Greer, quien se ve obligado a abandonar el uso de su sustituto particular para salir al mundo exterior y atrapar al culpable. 
A medida que el caso avanza el propio Greer empieza a dudar de los beneficios de vivir la vida a través de los llamados sustitutos.



También existe una precuela titulada "The Surrogates: Flesh and Bone", que tiene lugar 15 años antes de la historia original. 
Los sustitutos también se ha adaptado en una película llamada Surrogates, protagonizada por Bruce Willis.



La invención de la página"Iván Illich indagó el momento decisivo en que los textos dejaron de ser rollos leídos en voz alta para convertirse en páginas que reclamaban lectura silenciosa..."


La cultura digital es un océano cuyos límites desconocemos. 
¿Estamos ante una transformación equivalente a la que Gutenberg trajo en el siglo XV con la imprenta de tipos móviles o se trata incluso de una renovación más profunda, comparable a la invención de la página en el siglo XII, estudiada por Iván Illich en su libro En el viñedo del texto?
La historia de Illich (1926-2002) parece, en sí misma, un manuscrito misteriosamente descifrado. Sacerdote austriaco, estudió filosofía en alemán e italiano, y aprendió croata, hindi, latín, griego clásico, inglés, español y portugués. El campo de sus intereses compite con el de una biblioteca borgiana. Teólogo, historiador, pedagogo, economista, filólogo, medievalista, ecologista, utilizó sus saberes para desenmascarar los lugares comunes de la modernidad. En México fundó el CIF (Centro Intercultural de Formación), destinado al estudio y la transformación de América Latina. En 1980 fue llamado a Roma para responder 80 preguntas sobre sus heterodoxas actividades. Rompió con el Vaticano sin recusar su fe. Congruente con su crítica de la medicina industrial, que convierte la enfermedad en un padecimiento lucrativo, padeció el cáncer sin analgésicos, consolándose, como un sabio chino, con la meditación y el opio.
A partir del análisis del Didascalicon , escrito por el benedictino Hugo de San Víctor en el siglo XII, Illich indagó el momento decisivo en que los textos dejaron de ser rollos leídos en voz alta para convertirse en páginas que reclamaban lectura silenciosa. Esto significó el paso de la lectura monástica a la escolástica, del entendimiento colectivo al individual.
La imprenta jubilaría a los copistas y multiplicaría la circulación de textos. La modificación que estudia Illich es más honda, pues atañe a la manera de leer. Hubo un momento en que el conocimiento se organizó al modo de un cultivo (página quiere decir "viñedo"), con párrafos, títulos e índice: "Las líneas de la página eran los hilos del enrejado que sostiene las viñas [...] El latín legere se deriva de una actividad física. Legere connota 'escoger', 'reunir', 'cosechar' o 'recoger'".
En la Antigüedad, leer se consideraba extenuante: "Los médicos helenísticos prescriben la lectura como alternativa a jugar a la pelota o pasear. La lectura presuponía que los frágiles o débiles no podían leer con su propia lengua". Con la invención de la página, la tarea demanda menos energía física; no se recita ante la comunidad: se dialoga en silencio con una mente lejana. Lo que se cosecha depende de lo que sembró el autor, pero también de lo que cultiva el lector. Esta dimensión personal y activa de la lectura es el embrión del Renacimiento.
Hugo de San Víctor escribió su Didascalicon o "libro de instrucciones" para reflexionar sobre los estímulos traídos por la paginación y el arte de discernir el texto. Leer por cuenta propia llevaría a cambios tan radicales como escribir en una lengua que no fuera el latín: "Un siglo más tarde, San Francisco escribe el primer poema en lengua italiana [...] El hijo de un mercader de Umbría, en los albores del siglo XIII, fue capaz de escribir su alabanza del sol y la luna como canción de amor vernácula".
En el claustro de San Víctor, un religioso pasó la página de la cultura, modificando la forma de leer. La galaxia digital nos enfrenta a un cambio semejante. Los textos circulan con ubicua celeridad en toda clase de aparatos. Lo más singular es que traen otro tipo de lectura. Los niños responden mensajes de texto mientras navegan en internet y hacen la tarea con pluma fuente.
La lectura en red recupera usos colectivos no ajenos a la oralidad. Illich recuerda que la palabra "rapsoda" significa "zurcidor". Se trata de alguien que enhebra historias, pero, sobre todo, de alguien que zurce a los hombres, integrándolos a un tejido que los trasciende. Las redes sociales son una versión prosaica de ese impulso homérico.
Una de las paradojas de la tecnología es que sus novedades pueden actualizar un atavismo. Twitter recicla el recurso de las máximas y los aforismos, y el chat renueva las polifónicas voces de la tribu.
En el siglo XII, la página aludía a un viñedo del mismo modo en que la pantalla cibernética alude hoy a la página.
Ignoramos lo que cosecharán los lectores por venir. Solo sabemos que la cosecha continúa.

Autor: Juan Villoro

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